Carlos DeLeon

Una traducción al español está disponible a continuación.

Photograph of Carlos DeLeon, courtesy of Milagros DeLeon, by way of Connecticut Post.

Photograph of Carlos DeLeon, courtesy of Milagros DeLeon, by way of Connecticut Post.

Carlos DeLeon, 63, lived a life defined by family and creativity. Born and raised in Puerto Rico, he moved with his family to Connecticut when he was a teenager. He was the fifth of seven children and had three children of his own at the time of his passing. According to his sisters Isabel and Milagro DeLeon, who lived near him in Bridgeport, Connecticut, he held his family near and dear. “He loved being together with us. We’re very close,” Milagro told the Connecticut Post. Isabel told WTNH, “He’s not the perfect man in the world, but he meant well. He had a big heart.”

From left to right: Carlos’s siblings Isabel, Milagros, and Antonio DeLeon holding a family picture. Brian A. Pounds, Hearst Connecticut Media, obtained from Connecticut Post.

From left to right: Carlos’s siblings Isabel, Milagros, and Antonio DeLeon holding a family picture. Brian A. Pounds, Hearst Connecticut Media, obtained from Connecticut Post.

Carlos had a knack for creating artistic and practical objects; two exemplary projects of his are a fixed-up bike and a kite painted with nail polish. Isabel and Milagros rave about his passion for turning junk from the street into worthwhile items and invaluable art. He was reportedly a timeless jokester, too, and a valued friend.

Carlos was tragically mistreated by the Connecticut Department of Corrections (DOC) and became the first casualty of the COVID-19 pandemic in Connecticut prisons. As a 63-year-old man with chronic lung issues, he was eligible for expedited release. Although both Isabel and Milagro offered to house him, the DOC denied their requests on technicalities and announced that Carlos could not be released due to his lack of an “appropriate home sponsor.” Since he was also eligible for transitional release because of the status and nature of his sentence, he set about applying for release to a halfway home after being denied home release.

But this process was time-consuming. While Carlos was trying to find his way out of prison--for which he was eligible in multiple ways--Connecticut became a hot-spot for the coronavirus. The prison failed to take adequate precautions like equipping people with masks and gloves, and, while Carlos was applying for transitional release, he developed symptoms of COVID-19. His dire predicament soon dawned on him. He called his sisters everyday, which was a heavy expense for the family. (Phone calls from prisons in Connecticut are the second-most expensive of all states in the U.S.) “He said, ‘I’m going to die in here,’” Isabel recalled from a particularly ominous call they had.

Photograph of Carlos DeLeon, obtained from The Washington Post.

Photograph of Carlos DeLeon, obtained from The Washington Post.

Weeks later, Carlos’s family received a call from a doctor: Carlos had been in the ICU for days. Soon thereafter, Isabel remembered, “At 11 o’clock at night, they call me from the hospital and they say, ‘You can come over and see Carlos and say your goodbyes.’” Carlos passed on April 13, 2020. As soon as it becomes safe to do so, his family plans to bury him in his mother’s grave at St. Michael’s cemetery in Bridgeport. 

Carlos’s story is riddled with clear injustices. Milagros ruminated, “I wish I could bring him home and this would not have happened to him.” While DOC Commissioner Rollin Cook expressed routine sympathy for Carlos’s death, his language — referring to Carlos only as an “offender” — belies a genuine concern for his livelihood. Meanwhile, Carlos’s death has sparked a wave of public outrage, and rightfully so. A friend wrote on Facebook (using Carlos’s nickname, “Pito”), “Tio Pito didn't deserve to die behind bars. He had his faults, but never imagine Pito dying alone and like this!!!” Soon after his death, protesters swarmed Bridgeport Correctional Center demanding bureaucratic changes to prevent avoidable deaths like Carlos’s. The American Civil Liberties Union (ACLU) filed a lawsuit against the state of Connecticut for its conduct in state prisons, stating about Carlos, “This man did not have to die. His death was entirely preventable, and it is the direct result of callous inaction by Governor Lamont and the Department of Corrections.” 

Posthumous outbursts are justified, but the damage is irreversible. We mourn the death of a dynamic, loved, joyful father and brother, Carlos DeLeon.

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Photograph of a protester outside Bridgeport Correctional Center on April 15, 2020. Ned Gerard, Hearst Connecticut Media, obtained from the New Haven Register.

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This memorial was written by MOL team member Eliza Kravitz with information from reporting by Kaitlyn Krasselt of CT Insider, Hannah Knowles of the Washington Post, Amber Diaz of WTNH, and the American Civil Liberties Union.


Carlos DeLeon

Una foto de Carlos DeLeon, cortesía de Milagros DeLeon, por medio del Connecticut Post.

Una foto de Carlos DeLeon, cortesía de Milagros DeLeon, por medio del Connecticut Post.

Carlos DeLeon, 63, vivía una vida definida por familia y creatividad. Nacido y criado en Puerto Rico, él se mudó con su familia a Connecticut cuando era un joven. Era el quinto de siete hijos y tenía tres hijos propios al tiempo de su fallecimiento. Según sus hermanas Isabel y Milagro DeLeon, que vivían cerca de él en Bridgeport, Connecticut, él era muy cercano a su familia y la quería mucho. “Le encantaba estar junto con nosotros y nos llevábamos muy bien,” Milagro dijo. Isabel agregó, “No era un hombre perfecto en el mundo, pero él tenía buenas intenciones. Tenía un corazón grande.”

De izquierda a derecha: los hermanos de Carlos Isabel, Milagros y Antonio DeLeon sosteniendo una foto familiar. Brian A. Pounds, Hearst Connecticut Media, obtenido del Connecticut Post.

De izquierda a derecha: los hermanos de Carlos Isabel, Milagros y Antonio DeLeon sosteniendo una foto familiar. Brian A. Pounds, Hearst Connecticut Media, obtenido del Connecticut Post.

Carlos tenía la habilidad de crear objetos artísticos y prácticos; dos de sus proyectos ejemplares son una bicicleta que renovó y un cometa pintada con esmalte de uñas. Isabel y Milagros se enorgullecen sobre su pasión por convertir la basura de la calle en artículos que valen la pena y arte invaluable. Según los informes, él también era un eterno bromista y un amigo valioso.

Carlos fue trágicamente maltratado por el Departamento de Correcciones de Connecticut (DCC), y se convirtió en la primera víctima de la pandemia de COVID-19 en las cárceles de Connecticut. Como un hombre de 63 años con problemas pulmonares crónicos, era elegible a una libertad acelerada. Aunque ambas Isabel y Milagro se ofrecieron a albergarlo, el DCC denegó sus solicitudes en tecnicismos y anunció que Carlos no podía ser liberado debido a la falta de un “patrocinador local apropiado.” Como él también era eligible a una liberación transicional por el estatus y la naturaleza de su sentencia, él comenzó a solicitar la liberación a una casa a mitad de camino, después de que se le negó liberación a domicilio.

Pero este proceso fue lento. Mientras Carlos trataba de encontrar su libertad de la cárcel – para el cual era elegible de muchas maneras – Connecticut se convirtió en un lugar riesgoso para el coronavirus. La cárcel falló de tomar las precauciones adecuadas como equipar a la gente con mascaras y guantes, y, cuando Carlos estaba aplicando por la libertad transicional, él desarrolló síntomas de COVID-19. Se dio cuenta poco después cuan terrible era su situación. Él llamaba a sus hermanas todos los días, lo que era un gran gasto para la familia. (Las llamadas telefónicas desde las cárceles de Connecticut son las segundas más caras de todos los estados de los EE.UU.) “Él dijo, ‘Voy a morir aquí,’” recordó Isabel de una llamada particularmente aterradora que tuvieron.

Una foto de Carlos DeLeon, obtenida del Washington Post.

Una foto de Carlos DeLeon, obtenida del Washington Post.

Semanas después, la familia de Carlos recibió una llamada de un doctor: Carlos había estado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por días. Al poco tiempo después, Isabel recordó, “A las 11 de la noche, ellos me llaman del hospital y dicen, ‘Pueden venir a ver a Carlos y despedirse de él.’” Carlos falleció el 13 de abril de 2020. Tan pronto como sea seguro hacerlo, su familia planea enterrarlo en la tumba de su madre en el cementerio de San Miguel en Bridgeport.

La historia de Carlos está plagada de claras injusticias. Milagros contempló, “Desearía poder llevarlo a casa y que esto no le hubiera pasado a él.” Mientras el comisionado del DCC Rollin Cook expresaba sus condolencias de rutina por la muerte de Carlos, su lenguaje – refiriéndose a Carlos solo como “delincuente” – oculta una preocupación no genuina por su sustento. Mientras tanto, la muerte de Carlos ha provocado una ola de indignación pública, y con razón. Un amigo escribió en Facebook (usando el apodo de Carlos, “Pito”), “Tío Pito no merecía morir tras las rejas. ¡¡¡Tenía sus fallas, pero nunca imaginé a Pito muriendo solo y así!!!” Poco después de su muerte, los manifestantes invadieron el Centro Correccional de Bridgeport exigiendo cambios burocráticos para evitar muertes como la de Carlos. La Unión Americana de Libertades Civiles (UALC) presentó una demanda contra el estado de Connecticut por su comportamiento, declarando, “Este hombre no tenía que morir. Su muerte era completamente prevenible, y es el resultado directo de la inacción insensible por parte de Gobernador Lamont y el Departamento de Correcciones.”

Los estallidos póstumos están justificados, pero el daño es irreversible. Nosotros lloramos la muerte de un padre y hermano dinámico, amado y alegre, Carlos DeLeon.

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Una foto de una manifestante afuera del Centro Correccional de Bridgeport el 15 de abril de 2020. Ned Gerard, Hearst Connecticut Media, obtenido del New Haven Register.

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Este memorial fue escrito por un miembro del equipo MOL, Eliza Kravitz, con información de los informes de Kaitlyn Krasselt de CT Insider, Hannah Knowles del Washington Post, Amber Diaz de WTNH, y la Unión Americana de Libertades Civiles. Translated by Claire Chang / Traducida por Claire Chang.


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