Hector Rodriguez
Una traducción al español está disponible a continuación.
Hector Rodriguez held tightly to the certainty that his incarceration was “just temporary.” Mr. Rodriguez’s seemingly trivial punishment for failing to register his address as required by the conditions of parole did little to foreshadow that his tragic death would be the result of his confinement. Just a few short months into his sentence, Hector Rodriguez was found dead in his Rikers Island jail bed at the age of 60. Although a severe asthma attack was ultimately to blame for Hector’s June 21, 2020 death, it is suspected that his COVID-19 diagnosis in April exacerbated the lung disease which caused his untimely death.
Despite having previously served decades behind bars, his incarceration failed to prepare him for the inherent obstacles that preceded his liberation. Lacking post incarceration resources and living as a homeless man for much of his adult life, he simply could not register an address which he did not have. It is an ironic notation that the same prosecutors that believed he was due punishment for a technical violation were the same people who expected him to behave well enough while detained to achieve early release credit; a cynical benefit of the doubt that came only after viewing him through the lens of a defiant and imposing a penalty.
It is clear that the state’s agents viewed Mr. Rodriguez as a systemic throw away and left him to his own devices to navigate a system designed for his failure rather than his success. In reading about Hector, it became obvious that his continued interaction with the legal system was less about his indisposition to change and more about the system’s ineptitude to provide pragmatic forms of reintegration into society. It is evident that when the system takes responsible steps by providing resources to stabilize the path of reintegration, it will be easier for incarcerated people to then take reciprocal responsible steps towards being contributing members of society — the latter cannot come before the former.
Our friend’s passing shines a light not only on New York’s antiquated criminal code but on many laws that govern those charged with crimes across the United States. Even in areas where there is extensive consent that the law must act, we must remain cognizant that the use of outdated law sometimes only works to make matters worse. These considerations leave one to wonder: In the 43 years between Hector's conviction and his death, did anyone ever attempt to treat his emotional scars that may have only manifested in his behavior?
As we understand that the need for retribution is deeply embedded into our society’s ideals, society in turn must also acknowledge that, in the wake of a deadly pandemic, every penalty has the potential to become a death penalty. Hector Rodriguez’s contraction of the lethal coronavirus just a month into his short jail sentence reflects how even those detained for minor technical violations can inadvertently pay the ultimate price. When we emphasize that our friend was safer on the streets of New York living as a homeless man than confined in the inhumane, unsanitary conditions of Rikers Island, it becomes apparent that the state’s negligence was more criminal than any technical violation of Hector Rodriguez.
This memorial was written by MOL team member Beth Muse with information from reporting by Reuven Blau and Rosa Goldensohn of THE CITY, Mary Buser of Brooklyn Daily Eagle, and the Legal Aid Society of New York City. Transcribed from Eliza Kravitz.
Hector Rodriguez
Hector Rodriguez creía con certeza que su incarceración sólo era temporaria. El castigo pequeño de Señor Rodriguez por fracasar registrar su dirección como requerido por las condiciones de su libertad condicional no anunciaban la muerte trágica debido de su incarceración. Pero sólo algunos meses después de su veredicto, encontraron a Hector muerto en su cárcel en Rikers Isla debido de un ataque de asma. Tenía 60 años de edad. Aunque un ataque de asma grave fue la razón por la que se murió el 21 de junio de 2020, se sospecha que su diagnóstico de Covid-19 en abril empeoró su enfermedad pulmonar, que eventualmente causó su muerte.
A pesar de que Hector había servido décadas en la cárcel, su incarceración no le preparó para los obstáculos que seguía su liberación. No tenía los recursos para sobrevivir, ni tenía casa. Por eso, él no podía registrar su dirección que no tenía. Es irónico que los mismos prosectores que creían que merecía un castigo por su violación técnica creyeron que se comportaría bien en la cárcel para recibir permiso terminar su incarceración temprano. s
Es evidente que los agentes estatales percibían Señor Rodriguez como basura y le abandonaron para navegar el sistema sólo, el sistema que garantía su fracaso en vez de éxito. En leer sobre Hector, se puso evidente que su interacción continúa con el sistema legal tuviera que ver menos con su carácter y más con la ineptitud del sistema proveer formas de reintegración en la sociedad. Además, es evidente que cuando el sistema hace acciones responsables para proveer recursos para integración en la sociedad, los resultados sean mejor. Los criminales contribuyan más como miembros de la sociedad.
La muerte de nuestro amigo muestra que el código criminal de Nueva York y las leyes que gobiernan los que fueron encarcelados en los estados unidos son muy anticuados. Aún en las zonas con un consenso que la ley tiene que ser justo, es imprescindible recordar que las leyes viejas a menudo empeoran la situación. Estas consideraciones nos hacen considerar: En los 43 años entre la condena de Hector y su muerte, hubo alguien que intentó tratar sus heridas emocionales que posiblemente manifestaron en su comportamiento?
Hay que entender que, durante la pandemia, cada condena puede ser una condena de muerte. La contracción de Hector sólo un mes después de su condena pequeño refleja que aun los que fueron encarcelados por criminales técnicas pueden pagar el precio final. Hector, una persona sin hogar habría estado más seguro en las calles sucias de Rikers Isla que en la cárcel. La negligencia del estado fue más criminal que cualquiera violación técnica que Hector cometió.
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Este conmemorativo fue escrito por el miembro de MOL Beth Muse con información de un reportaje por Reuven Blau y Rosa Goldensohn de THE CITY, Mary Buser de Brooklyn Daily Eagle, y el Legal Aid Society de Nueva York. Traducida por Matthew Elmore Merritt.